Cuando tenía unos 10 ó 12 años, mis papás fueron a visitar a un joven endemoniado. Ellos, muy cristianos, se prepararon y oraron al Señor antes de ir a verlo para que Él tuviera misericordia de su vida.
Por lo que me cuentan -y yo recuerdo- el chiquillo estaba muy mal: balbuceaba cosas sin sentido, cambiaba la voz (a lo película El Exorcista), le gustaba estar en la oscuridad y casi no comía. Era un panorama realmente desolador.
Antes de mis papás, ya lo habían ido a visitar muchas personas. Desde curas, grupos de jóvenes y predicadores, hasta pastores, evangelistas y brujos. Todos iban con una buena intención, con el deseo de que el poseído fuera libre, pero luego que se iban, todo seguía igual. Más tarde, con el tiempo, pensaba que Dios quizás no quería obrar a través de algunos cristianos que lo vieron porque se iban a "atribuir el poder", pero esa es tela para otra entrada.
La cosa, amigos míos, es que cuando mis padres llegaron hasta ese hogar, lo primero que hicieron fue orar. El joven estaba acostado en su cama, mirando hacia la pared, en posición fetal. Ni se inmutaba de su presencia. Ellos estuvieron clamando un rato y cuando se pusieron de pie, dispuestos a hacer la unción, sintieron de parte del Espíritu Santo alabar a Dios. En otras palabras, ponerse a cantar himnos y alabanzas al Señor. Gloria a Su Santo Nombre.
Ellos me cuentan que tomaron el himnario, que estuvieron cerca de media hora cantando al Señor y que meditaban muy profundamente en las letras de las alabanzas. Era un momento de adoración.
Cuando ya sintieron terminar, dieron las gracias por las bondades de Dios, pidieron la bendición y se fueron. La gente de esa casa quedó descolocada y se decía: "Estos no hicieron nada, puro que cantaron".
A la semana siguiente, mis padres vieron al joven en la calle. ESTABA LIBRE PARA LA GLORIA DE DIOS. Qué Grande es Nuestro Dios, escribo esto y se me acelera el corazón.
El joven no sólo estaba libre de demonios, estaba sonriente, le había cambiado el rostro y no había ningún rastro de su posesión satánica. Mis padres dieron Gloria a Dios por la victoria y le entregaron el plan de salvación. El muchacho les contó que mientras ellos cantaban se iba sintiendo mejor y que cuando se fueron, tuvo hambre y se quiso levantar. GLORIA AL ESPÍRITU SANTO, ¡qué importante es escucharlo y obedecerle! ¡ES UNA PERSONA Y LO SABE TODO! ¡ALELUYA!
Con esta experiencia, quiero decirte que hay que alabar a Dios en todo tiempo. En el fútbol, algunas hinchadas afirman que están con sus equipos en las buenas, las malas y las re malas. Cuanto más nosotros, que sabemos que el Señor sólo nos ha llamado para hacernos bien.
Uno de los secretos del Rey David para triunfar en la vida, es que nunca se cansaba de alabar a Dios. En el salmo 34:1 expresaba: "Bendeciré a Jehová EN TODO TIEMPO; Su alabanza ESTARÁ DE CONTINUO en mi boca".
Gloria a Dios, amigos míos. Muchas veces, cuando estoy MUY MAL y ni siquiera puedo orar, me pongo a cantar. Primero es un canto débil, desafinado, incluso con letras inventadas. Empiezo a decirle al Señor tal cual me siento con mis palabras, pero coreándolas y NUNCA FALLA en cambiar mi lamento en baile (Salmo 30:11). Esto no lo digo como una técnica matemática para aplicar con un resultado definido, no, lo que quiero transmitirte es que las verdades bíblicas tienen sustento cuando las aplicamos en cuerpo, alma y espíritu.
Esta experiencia de mis papás nunca se me olvidó. Incluso cuando estaba perdida en el mundo, me acordaba de ella y le guardaba cariño. Especialmente cuando comprendí la importancia de la alabanza en el cuerpo de Cristo y el poder oculto que tiene la música (en otra entrada les hablaré de eso y de lo que Dios me mostró en su infinita misericordia).
Ahora bien, la alabanza a Dios no se trata de que estemos cantando las 24 horas. Si tú puedes hacerlo, Gloria al Rey que vive, pero somos humanos y nos cansamos. Lo que quiere transmitirnos el Precioso Espíritu Santo, es que estemos continuamente reconociendo la Grandeza de Dios. Con el pensamiento podemos estarle diciendo las cosas bellas que pensamos de Él o en voz alta hablarle y decirle Tú eres GRANDE, MARAVILLOSO, GENUINO Y AUTÉNTICO. Gloria a Jesús.
En otras oportunidades, sólo alzo mis brazos al cielo y digo: Gloria a Dios, Gloria a Dios, Gloria a Dios para siempre. Lo hago cuando me ha pasado algo muy malo, cuando llego a casa sin novedad, cuando me subo al ascensor o cuando camino y siento una brisa fresca en mi rostro. Le alabo por las cosas cotidianas, por las cosas que ahora tengo y que cuando niña no tenía. Por ejemplo, cuando me doy una ducha. Siempre doy gracias por esto, porque hubo un tiempo en que tenía que hacerlo con una manguera o "por presas" porque no teníamos agua potable, jaja. BENDITO Y ALABADO SEA EL SEÑOR.
Todo lo que respira tiene que alabar a Dios (Salmo 150). La alabanza a Dios también está en lo que hacemos. Si presentamos un trabajo y fue exitoso, podemos decirle al Señor: Padre, esto que hice te honra porque estuvo bueno y soy tu hijo/a. Así que considéralo como una alabanza para ti porque te mereces lo mejor y tú me diste la capacidad para hacerlo.
Ten en cuenta que alabar a Dios de corazón continuamente te da poder, porque hace huir al diablo. Con la alabanza -y obedeciendo la Palabra- lo haces huir, ¡porque él no resiste que estemos cerca de Dios y lo exaltemos!
Personalmente me considero muy torpe para hablar (a lo Moisés, ja) y por eso, cuando siento la inspiración del Espíritu Santo frente a un enfermo o un inconverso, sólo alabo y dejo que Él haga el resto. "Señor, sólo soy un instrumento en tus manos y te voy a alabar. Encárgate del resto, amén", le digo en la mente y Él nunca me falla.
Acá te voy a dejar un pequeño ejemplo en audio de cómo alabo a Dios en cualquier momento del día. A veces lo hago en voz alta, otras en la mente. Lo importante y vital es: NUNCA DEJAR DE ALABAR A DIOS. ¡Que el Señor te bendiga!